Cosas que suceden en las grandes ciudades.
Lo que voy a relatarles nunca lo había analizado por varios motivos, el primero, porque nací en una ciudad en la que el ritmo de vida no genera acciones de este tipo, la segunda tiene que ver con que la ciudad en la que viví mis años de estudiante era muy bohemia y ahí no había prisa.
Una especie de encantamiento me empezó a suceder en Buenos Aires, ciudad a la que iba muy frecuentemente desde La Plata y en la cual pasé temporadas semilargas. Estoy hablando de las mujeres y el transporte público.
Ojaldre, mi parafila no es el Froteurismo, esa la tuvimos todos de pebetes y es un lugar común a la hora de hablar de subtes y colectivos. Lo mio sucede afuera, en las proximidades de la maquinaria que nos transporta. Mujeres corriendo para alcanzar el bondi que está por arrancar o el vagón, o cualquier otra actividad más allá del transporte público que se pueda generar, tipicamente en ciudades grandes con grandes distancias, como puede ser el apuro para no llegar con impuntualidad.
Las mujeres no saber correr, o lo hacen de un modo a la vez gracioso y sensual. No he visto mujer alguna echándose un pique en mi vida. Corren con vergüenza, lo que le da una actitud típicamente femenina. El acto de correr no es femenino, por eso ellas corren del modo en que lo hacen, disociadas y con la cara colorada. Confieso que no puedo para de mirarlas.
Lo que voy a relatarles nunca lo había analizado por varios motivos, el primero, porque nací en una ciudad en la que el ritmo de vida no genera acciones de este tipo, la segunda tiene que ver con que la ciudad en la que viví mis años de estudiante era muy bohemia y ahí no había prisa.
Una especie de encantamiento me empezó a suceder en Buenos Aires, ciudad a la que iba muy frecuentemente desde La Plata y en la cual pasé temporadas semilargas. Estoy hablando de las mujeres y el transporte público.
Ojaldre, mi parafila no es el Froteurismo, esa la tuvimos todos de pebetes y es un lugar común a la hora de hablar de subtes y colectivos. Lo mio sucede afuera, en las proximidades de la maquinaria que nos transporta. Mujeres corriendo para alcanzar el bondi que está por arrancar o el vagón, o cualquier otra actividad más allá del transporte público que se pueda generar, tipicamente en ciudades grandes con grandes distancias, como puede ser el apuro para no llegar con impuntualidad.
Las mujeres no saber correr, o lo hacen de un modo a la vez gracioso y sensual. No he visto mujer alguna echándose un pique en mi vida. Corren con vergüenza, lo que le da una actitud típicamente femenina. El acto de correr no es femenino, por eso ellas corren del modo en que lo hacen, disociadas y con la cara colorada. Confieso que no puedo para de mirarlas.
3 comentarios:
Lo mismo puede decirse de una mujer en bicicleta: son anti-aerodinámicas
Jajajaja...
Querido tanque, que puntualización tan fina y acertada... como se nota que en el fondo está conectado con su media-alma femenina...
Enhorabuena, le felicito (mientras corro de manera varonil y deportiva, con mi aerodinamismo natural).
Un cordial saludo, del casi desaparecido Sr X.
Tanque, hermoso y gracioso relato. Me encantó.
jaja!, cierto, qué pena cuando hay que correr mientras otros nos miran! La cara colorada, muy observador.
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