"Con todas sus vueltas y revueltas, las aventuras de Don Quijote trazan el límite: en ellas terminan los juegos antiguos de la semejanza y de los signos; allí se anudan nuevas relaciones. Don Quijote no es el hombre extravagante, sino más bien el peregrino meticuloso que se detiene en todas las marcas de la similitud. Es el héroe de lo Mismo(...). Ahora bien, él mismo es a semejanza de los signos. Largo grafismo flaco como una letra, acaba de escapar directamente del bostezo de los libros. Todo su ser no es otra cosa que lenguaje, texto, hojas impresas, historia ya transcrita. Está hecho (que bien suena el tema "I bleed" de The Pixies del disco "Doolite", escúchenlo) de palabras entrecruzadas; pertenece a la escritura errante por el mundo entre la semejanza de las cosas. Sin embargo, no del todo (...). El libro es menos su existencia que su deber. Ha de consultarlo sin cesar a fin de saber qué hacer y qué decir y qué signos darse a sí mismo y a los otros para demostrar que tiene la misma naturaleza que el texto del que ha surgido. Las novelas de caballería escribieron de una vez por todas la prescripción de su aventura.
(...) Don Quijote esboza lo negativo del mundo renacentista; la escritura ha dejado de ser la prosa del mundo; las semejanzas y los signos han roto su viejo compromiso; las similitudes engañan, llevan a la visión y al delirio; las cosas permanecen obstinadamente en su identidad irónica: no son más que lo que son; las palabras vagan a la aventura, sin contenido, sin semejanza que las llene, ya no marcan las cosas (...). La escritura y las cosas ya no se asemejan. Entre ellas, Don Quijote vaga a la aventura.
Sin embargo el lenguaje no se ha convertido en algo del todo impotente. Detenta, de ahora en adelante, nuevos poderes que le son propios. En la segunda parte de la novela, Don Quijote (que bueno está "la la love you") encuentra personajes que han leído la primera parte del texto y que lo reconocen, a él, hombre real, como el héroe del libro. El texto de Cervantes se repliega sobre sí mismo, se hunde en su propio espesor y se convierte en objeto de su propio relato para sí mismo (...). Entre la primera y la segunda partes de la novela, en el intersticio de estos dos volúmenes y por su solo poder, Don Quijote ha tomado su realidad. Realidad que sólo debe al lenguaje y que permanece por completo en el interior de las palabras. La verdad de Don Quijote no está en la relación de las palabras con el mundo, sino en esta tenue y constante relación que las marcas verbales tejen entre ellas mismas. La ficción frustrada de las epopeyas se ha convertido en el poder representativo del lenguaje (hace cuarenta minutos que estoy copiando, me voy a tomar unos mates y sigo...). Las palabras se encierran de nuevo en su naturaleza de signos.
Don Quijote es la primera de las obras modernas, ya que se ve en ellas la razón cruel de las identidades y las diferencias juguetear al infinito con los signos y las similitudes; porque en ella el lenguaje rompe su viejo parentesco con las cosas para penetrar en esta soberanía solitaria de la que ya no saldrá, en su ser abrupto, sino convertido en literatura; porque la semejanza entra allí en una época que es para ella la de la sinrazón y de la imaginación (¡sigan!, ¡sigan!, no se cansen, ahora viene lo mejor...). Una vez desatados la similitud y los signos, pueden constituirse dos experiencias y dos personajes pueden aparecer frente a frente (¡miren esto!, ¡se les cae el ojete!). El loco, entendido no como enfermo, sino como desviación constituida y sustentada, como función cultural indispensable, se ha convertido, en la cultura occidental, en el hombre de las semejanzas salvajes. Este personaje, tal como es dibujado en las novelas o en el teatro de la época barroca y tal como se fue institucionalizando poco a poco hasta llegar a la psiquiatría del siglo XX, es el que se ha enajenado dentro de la analogía. Es el jugador sin regla de lo Mismo y de lo Otro. Toma las cosas por lo que no son y unas personas por otras(...). Invierte todos los valores y todas las proporciones porque en cada momento cree descifrar los signos (siempre disentí en esto, los que me conocen sabrán por qué. Estoy transcribiendo un fragmento de "Las palabras y las cosas" de Michel Foucault, y lo cito así porque se me canta, ¿qué, acaso está mal?): para él, los oropeles hacen un rey. Dentro de la percepción cultural que se ha tenido del loco hasta fines del siglo XVIII, sólo es el Diferente en la medida que no conoce la Diferencia; por todas partes ve únicamente semejanzas y signos de la semejanza; para él todos los signos se asemejan y todas las semejanzas valen como signos. En el otro extremo del espacio cultural (atenti, esto es placentero. Me acabo de dar cuenta que mis paréntesis son a un gran texto lo que los comentarios de Niembro a un gran partido de fútbol, así que los suspendo, si es que puedo con mi estado anímico actual. Que bien grita Fank Black, el cantante de The Piexies) , pero muy cercano por su simetría, el poeta es el que, por debajo de las diferencias nombradas y cotidianamente previstas, reencuentra los parentescos huidizos de las cosas, sus similitudes dispersas. Bajo los signos establecidos, y a pesar de ellos, oye otro discurso, más profundo, que recuerda el tiempo en el que las palabras centelleaban en la semejanza universal de las cosas: la Soberanía de lo Mismo, tan difícil de enunciar, borra en su lenguaje la distinción de los signos. (loco, ¿no es genial esto? Está diciendo que gracias a la ruptura entre el lenguaje y la realidad que significa Don Quijote, recién ahí, y a causa de ello, pueden aparecer, es decir, entenderse, dos "experiencias", la del loco y la del poeta. Y ambas dos son como "recuerdos" del pasado).
De allí proviene, sin duda, en la cultura occidental moderna, el enfrentamiento de la poesía y la locura. Pero no se trata ya del viejo tema platónico del delirio inspirado. Es la marca de una nueva experiencia del lenguaje y de las cosas. En los márgenes de un saber que separa los seres, los signos y las similitudes, y como para limitar su poder, el loco asegura la función del homosemantismo: junta todos los signos y los llena de una semejanza que no para de proliferar. El poeta asegura la función inversa; tiene el papel alegórico; bajo el lenguaje de los signos y bajo el juego de sus distinciones bien recortadas, trata de oír el "otro lenguaje", sin palabras ni discursos ,de la semejanza. El poeta hace llegar la similitud hasta los signos que hablan de ella, el loco carga todos los signos con una semejanza que acaba por borrarlos. Así, los dos- uno en el borde exterior de nuestra cultura y el otro a lo más cercano a sus partes esenciales- están en esta "situación límite"- postura marginal y silueta profundamente arcaica- en la que sus palabras encuentran incesantemente su poder de extrañeza y el recurso de su impugnación. Entre ellos se ha abierto el espacio de un saber en el que, por una ruptura esencial en el mundo occidental, no se tratará ya de similitudes, sino de identidades y diferencias".
Fuuuuuu (sería sonido de soplido, a modo de finalización de ardua tarea). Este fragmento viene a colación al leer el discurso de Juan Gelman al recibir el premio Cervantes, puesto que en un párrafo habla de Foucault, y fundamentalmente por lo que dice al comienzo de su discurso, al hablar del premio a la Poesía, que "ahí está, de pié contra la muerte". Este fragmento que transcribí es uno de los más jugosos (para mí, de un libro nockeador, imposible), en el cual se deja claro la grieta que se abre en el mundo del lenguaje y realidad a raíz del libro que todavía no leí, y que intuyo, estoy muy cerca de leerlo. El poeta y el loco estaban ahí, muy emparentados y enfrentados, ahí están Artaud y Lacan. Cosa rara (ahora), que lúcido es Foucault, ¡mamita!
Acá les dejo un link, de la nota que hizo Caparrós (bastante pedorra y snob, pero bueno, es Caparrós) sobre la ceremonia de entrega del premio, un link de interés donde están todos los discursos que dió cada condecorado/a en cada año (el de Borges es genial cortito como patada de chancho, como más allá de todo, lo recibió junto con otro, algo así como compartido, pobre Borges, uno de los más grandes, ¡a cinco años de diferencia con Sábato!) y un link de la wikipedia en donde dice muy poco sobre el origen del premio y quien y de qué nacionalidad era el/la ganado/a de cada año.
(...) Don Quijote esboza lo negativo del mundo renacentista; la escritura ha dejado de ser la prosa del mundo; las semejanzas y los signos han roto su viejo compromiso; las similitudes engañan, llevan a la visión y al delirio; las cosas permanecen obstinadamente en su identidad irónica: no son más que lo que son; las palabras vagan a la aventura, sin contenido, sin semejanza que las llene, ya no marcan las cosas (...). La escritura y las cosas ya no se asemejan. Entre ellas, Don Quijote vaga a la aventura.
Sin embargo el lenguaje no se ha convertido en algo del todo impotente. Detenta, de ahora en adelante, nuevos poderes que le son propios. En la segunda parte de la novela, Don Quijote (que bueno está "la la love you") encuentra personajes que han leído la primera parte del texto y que lo reconocen, a él, hombre real, como el héroe del libro. El texto de Cervantes se repliega sobre sí mismo, se hunde en su propio espesor y se convierte en objeto de su propio relato para sí mismo (...). Entre la primera y la segunda partes de la novela, en el intersticio de estos dos volúmenes y por su solo poder, Don Quijote ha tomado su realidad. Realidad que sólo debe al lenguaje y que permanece por completo en el interior de las palabras. La verdad de Don Quijote no está en la relación de las palabras con el mundo, sino en esta tenue y constante relación que las marcas verbales tejen entre ellas mismas. La ficción frustrada de las epopeyas se ha convertido en el poder representativo del lenguaje (hace cuarenta minutos que estoy copiando, me voy a tomar unos mates y sigo...). Las palabras se encierran de nuevo en su naturaleza de signos.
Don Quijote es la primera de las obras modernas, ya que se ve en ellas la razón cruel de las identidades y las diferencias juguetear al infinito con los signos y las similitudes; porque en ella el lenguaje rompe su viejo parentesco con las cosas para penetrar en esta soberanía solitaria de la que ya no saldrá, en su ser abrupto, sino convertido en literatura; porque la semejanza entra allí en una época que es para ella la de la sinrazón y de la imaginación (¡sigan!, ¡sigan!, no se cansen, ahora viene lo mejor...). Una vez desatados la similitud y los signos, pueden constituirse dos experiencias y dos personajes pueden aparecer frente a frente (¡miren esto!, ¡se les cae el ojete!). El loco, entendido no como enfermo, sino como desviación constituida y sustentada, como función cultural indispensable, se ha convertido, en la cultura occidental, en el hombre de las semejanzas salvajes. Este personaje, tal como es dibujado en las novelas o en el teatro de la época barroca y tal como se fue institucionalizando poco a poco hasta llegar a la psiquiatría del siglo XX, es el que se ha enajenado dentro de la analogía. Es el jugador sin regla de lo Mismo y de lo Otro. Toma las cosas por lo que no son y unas personas por otras(...). Invierte todos los valores y todas las proporciones porque en cada momento cree descifrar los signos (siempre disentí en esto, los que me conocen sabrán por qué. Estoy transcribiendo un fragmento de "Las palabras y las cosas" de Michel Foucault, y lo cito así porque se me canta, ¿qué, acaso está mal?): para él, los oropeles hacen un rey. Dentro de la percepción cultural que se ha tenido del loco hasta fines del siglo XVIII, sólo es el Diferente en la medida que no conoce la Diferencia; por todas partes ve únicamente semejanzas y signos de la semejanza; para él todos los signos se asemejan y todas las semejanzas valen como signos. En el otro extremo del espacio cultural (atenti, esto es placentero. Me acabo de dar cuenta que mis paréntesis son a un gran texto lo que los comentarios de Niembro a un gran partido de fútbol, así que los suspendo, si es que puedo con mi estado anímico actual. Que bien grita Fank Black, el cantante de The Piexies) , pero muy cercano por su simetría, el poeta es el que, por debajo de las diferencias nombradas y cotidianamente previstas, reencuentra los parentescos huidizos de las cosas, sus similitudes dispersas. Bajo los signos establecidos, y a pesar de ellos, oye otro discurso, más profundo, que recuerda el tiempo en el que las palabras centelleaban en la semejanza universal de las cosas: la Soberanía de lo Mismo, tan difícil de enunciar, borra en su lenguaje la distinción de los signos. (loco, ¿no es genial esto? Está diciendo que gracias a la ruptura entre el lenguaje y la realidad que significa Don Quijote, recién ahí, y a causa de ello, pueden aparecer, es decir, entenderse, dos "experiencias", la del loco y la del poeta. Y ambas dos son como "recuerdos" del pasado).
De allí proviene, sin duda, en la cultura occidental moderna, el enfrentamiento de la poesía y la locura. Pero no se trata ya del viejo tema platónico del delirio inspirado. Es la marca de una nueva experiencia del lenguaje y de las cosas. En los márgenes de un saber que separa los seres, los signos y las similitudes, y como para limitar su poder, el loco asegura la función del homosemantismo: junta todos los signos y los llena de una semejanza que no para de proliferar. El poeta asegura la función inversa; tiene el papel alegórico; bajo el lenguaje de los signos y bajo el juego de sus distinciones bien recortadas, trata de oír el "otro lenguaje", sin palabras ni discursos ,de la semejanza. El poeta hace llegar la similitud hasta los signos que hablan de ella, el loco carga todos los signos con una semejanza que acaba por borrarlos. Así, los dos- uno en el borde exterior de nuestra cultura y el otro a lo más cercano a sus partes esenciales- están en esta "situación límite"- postura marginal y silueta profundamente arcaica- en la que sus palabras encuentran incesantemente su poder de extrañeza y el recurso de su impugnación. Entre ellos se ha abierto el espacio de un saber en el que, por una ruptura esencial en el mundo occidental, no se tratará ya de similitudes, sino de identidades y diferencias".
Fuuuuuu (sería sonido de soplido, a modo de finalización de ardua tarea). Este fragmento viene a colación al leer el discurso de Juan Gelman al recibir el premio Cervantes, puesto que en un párrafo habla de Foucault, y fundamentalmente por lo que dice al comienzo de su discurso, al hablar del premio a la Poesía, que "ahí está, de pié contra la muerte". Este fragmento que transcribí es uno de los más jugosos (para mí, de un libro nockeador, imposible), en el cual se deja claro la grieta que se abre en el mundo del lenguaje y realidad a raíz del libro que todavía no leí, y que intuyo, estoy muy cerca de leerlo. El poeta y el loco estaban ahí, muy emparentados y enfrentados, ahí están Artaud y Lacan. Cosa rara (ahora), que lúcido es Foucault, ¡mamita!
Acá les dejo un link, de la nota que hizo Caparrós (bastante pedorra y snob, pero bueno, es Caparrós) sobre la ceremonia de entrega del premio, un link de interés donde están todos los discursos que dió cada condecorado/a en cada año (el de Borges es genial cortito como patada de chancho, como más allá de todo, lo recibió junto con otro, algo así como compartido, pobre Borges, uno de los más grandes, ¡a cinco años de diferencia con Sábato!) y un link de la wikipedia en donde dice muy poco sobre el origen del premio y quien y de qué nacionalidad era el/la ganado/a de cada año.
1 comentario:
Que buen fragmento. Soy apasionada de ese trío (lenguaje, locura, poesía) y más lindo en la búsqueda Foucaultiana... y más lindo con esos paréntesis! Adoro el Doolittle de los Pixies.
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