¡LA VIDA es una mierda!

No habla el frustrado, tampoco el depresivo.
Ese fue el grito de Arquímedes, la verdadera intuición, ¡LA VIDA es una mierda! ¡Nos vamos a morir! El que intuya esto será casi espacio y tiempo, será casi simultaneidad, casi libertad.




domingo, 27 de abril de 2008

Moolaadé o los Derechos Humanos

He visto una película que nunca le recomendaría verla a un enemigo, pero definitivamente se la aconsejo a mis amigos. Moolaadé es imprescindible.
Confieso que sabía de antemano que la temática versaba sobre la ablación genital de las mujeres en cierto país africano de religión musulmana, lo cual me generaba cierta "sospecha" de que la "mano" venía por los derechos humanos occidentales y todas esas opresiones de los dueños del mundo, nosotros. He tenido discusiones acerca de estos temas en varias ocasiones y me resisto al discurso de los derechos humanos inalienables, aunque también me enoja tener que argumentar utilizando el término "cultural" y nada más. Es más fácil defender las corridas de toros que estos asuntos, en donde uno puede sentirse un total idiota al terminar de pronunciar la palabrita "cultural".
La película es perfecta (salvo por los pajaritos de ambiente que se notan agregados y resultan molestísimos), Arranca con un personaje llamado "el mercenario", un comerciante que trae mercancías de Francia y de Africa. Este personaje somos nosotros, occidente, traemos pilas paras las radios, traemos la conciencia. Somos el enemigo del poder masculino de la tribu. Esta función del mercenario la cuestiono, la libertad de expresión como concientizadora, la rebelión europea en Africa no me cabe. Pero tampoco todo el director es tan ingenuo, nadie en esta cinta es totalmente polar en su moralidad, tal vez Hitler era un cariñoso amante. El mercenario es mezquino y avaro. Pero claramente representa un peligro para los hombres, sus pilas y su labia son su armas.
Moolaadé significa algo así como asilo para quienes lo solicitan, pero en versión Africana, es decir, hay pimienta y especias de magia, o al revés, hay carne de magia y hechicería. No es tan sencillo, quien decreta el Moolaadé debe ser quien pronuncie las palabras para que se vaya, si se viola el moolaadé pueden ocurrir adversidades en la comunidad. Esta vez le solicitan asilo a la segunda esposa una niñas a las que les van a amputar el clítoris, y ella instala el moolaadé.
No les voy a seguir contando la historia, quiero que la miren, pero sí doy mi opinión ante un tema tan polémico. He oído muchas voces del feminismo postularse en contra de estas prácticas, arcaicas y machistas dicen, lo cual no niego (como tampoco niego que el feminismo es una filosofía un poco escasa). No podemos ser la obra de Habacuc, ni tampoco vivir para el consumo y nada más, sin importarnos nada. Solamente podemos opinar sin indignarnos, filosofar. Estoy totalmente de acuerdo con la medida tomada para con el mercenario, y estoy totalmente de acuerdo con el wassa wassa del final, los oprimidos dicen basta.

Descárguenla del Emule, viene con subtítulos en español, el identificador del archivo es F1D9D1754932244C020F2235DD317F2F (la extensión es "avi" y ocupa 699,66 MB)


Ah!!!! me olvidaba. A esta película le doy.....4 tanquetas

Moolaadé:
"Una película que nadie puede dejar de ver" (Juan carlos gómez, clarín)
"Sin duda de lo mejor de los últimos años" (Thierry Gasquet, le monde diplomatique)
"La combinación perfecta entre arte y política" (Juan Carlos Pelotudo, página 12)
"Un largometraje muy duro pero con un final muy majo" (Manolo González Gansález, El país)
"Faltaron las bombas" (Kaixo Arruabarrena, Berria Euskal)
"Africa le hace corte de manga a Occidente" (el tanque, Vademecum-vadetecum)

sábado, 26 de abril de 2008

Tropa de elite, otra película más para guardar en la bolsa de la farsa

Brasil tiene muy buenos músicos, buenos futbolistas (a pesar de ser fantoches), muy buenas playas, muy buenas minas y un cine...

"Tropa de elite", tiene dos partes. La inicial, en la cual se intenta hacer una radiografía de la corrupción policial y del funcionamiento de dicha institución, mostrando algo así como lo que serían nuestros bonaerenses, representados por la PM, y la gendarmería (por no decir el grupo GEo, o el grupo Halcón, que son impresentables) representados por el BOPE. El problema está en que estéticamente la película es muy berrreta, un frustrado intento de realismo; La segunda parte comienza después del gran rodeo (recurso archi trillad) que da entre el comienzo, la vuelta al pasado y el llegar al momento del inicio del film. Aquí la trama se pone buena, y se muestra la disciplina fascista del curso para ser un BOPE. Es interesante observar la construcción de cuerpos y almas a partir de prácticas de disciplina. Incluso da para pensar la necesidad del entrenamiento fascista como antídoto para la delincuencia, el por qué de tal actitud, y por ende, el replanteo de la tesis: pobreza-delincuencia, tan atrayente para nuestra izquierda obsoleta, acrítica y dogmática. La delincuencia se crea socialmente, nuestras sociedades necesitan del delincuente, el individuo económico, el rebelde menos dañino para la estructura social.

No me gustó:
-Títulos en inglés.
-Los planos son de lo peor que he visto (les pido que la vean y se percaten del movimiento de la cámara y el punto de vista pedorro, que se deriva indefectiblemente, no de un sentido estético artístico, sino más bien de todo lo contrario, una ausencia total de refinamiento. ¡Pará de mover la cámara hermano!, eso deberían decirle los "actores").
-Si, lo entrecomillé (lo del paréntesis, esto no, el del punto anterior) porque son de cuarta. Nascimento, será uno de los mejores actores brasileños, pero en esta película me dieron ganas de boxearlo.
-La actuación, las caras injustificadas que ponen en cada escena los personajes (pido que vean las escena en que el policía de la PM "matías", el que estudia derecho, cuando está exponiendo con su grupo el trabajo en el frente del aula, argumenta a favor de la institución policial, miren por favor, un gomazo (un extra) sentado en primera fila, lo mal que actúa, señala burlonamente como diciendo "¿qué estoy escuchando?", pero de una manera tan poco creíble).
-Las escenas no se creen, ni por los diálogos, ni por las actuaciones, ni por la dirección.
-Una película así no se puede ver, no la digiero. Paso.
-Mucha gente habrá visto el famoso cine Privé del canal brasileño Band. Llamativamente es la estético de "obandi", cero trama, malos actores, buenas minas, y cámara que se mueve toooooodo el tiempo.
-La copia de Rocky. Es tan evidente que buscaron como mujer de Nascimento una mina parecida de cara a Adriane. El rol es el msimo, "tu vas a dejar el BOPE (el boxeo), tu vas a salir".
-El mensaje facho, de guerra es guerra, de si te metés sos un gil.

¡Ah!, una cosa está genial y quiero rescatarla. Dije que brasil lo mejor que tiene son sus músicos (eso quise decir), el tema del comienzo y que reaparece, después de toda esa sarta de inconsistencias, todo ese rodeo lamentable, es genial.
Parraparrapapápa...parrápapá....parrapapapa...parrárrárrá...

En definitiva, le doy : 3 tanquetas

1 tanqueta: película mala y autorreconocida como mala.
2 tanquetas: película rara paradójicamente interesante.
3 tanquetas: película mirable pero traicionera, la típica película injustamente premiada. La mayoría recibirán este puntaje.
4 tanquetas: buena.
5 tanquetas: la mejor película de la historia del planeta Tierra.

jueves, 24 de abril de 2008

Premio Miguel de Cervantes

"Con todas sus vueltas y revueltas, las aventuras de Don Quijote trazan el límite: en ellas terminan los juegos antiguos de la semejanza y de los signos; allí se anudan nuevas relaciones. Don Quijote no es el hombre extravagante, sino más bien el peregrino meticuloso que se detiene en todas las marcas de la similitud. Es el héroe de lo Mismo(...). Ahora bien, él mismo es a semejanza de los signos. Largo grafismo flaco como una letra, acaba de escapar directamente del bostezo de los libros. Todo su ser no es otra cosa que lenguaje, texto, hojas impresas, historia ya transcrita. Está hecho (que bien suena el tema "I bleed" de The Pixies del disco "Doolite", escúchenlo) de palabras entrecruzadas; pertenece a la escritura errante por el mundo entre la semejanza de las cosas. Sin embargo, no del todo (...). El libro es menos su existencia que su deber. Ha de consultarlo sin cesar a fin de saber qué hacer y qué decir y qué signos darse a sí mismo y a los otros para demostrar que tiene la misma naturaleza que el texto del que ha surgido. Las novelas de caballería escribieron de una vez por todas la prescripción de su aventura.
(...) Don Quijote esboza lo negativo del mundo renacentista; la escritura ha dejado de ser la prosa del mundo; las semejanzas y los signos han roto su viejo compromiso; las similitudes engañan, llevan a la visión y al delirio; las cosas permanecen obstinadamente en su identidad irónica: no son más que lo que son; las palabras vagan a la aventura, sin contenido, sin semejanza que las llene, ya no marcan las cosas (...). La escritura y las cosas ya no se asemejan. Entre ellas, Don Quijote vaga a la aventura.
Sin embargo el lenguaje no se ha convertido en algo del todo impotente. Detenta, de ahora en adelante, nuevos poderes que le son propios. En la segunda parte de la novela, Don Quijote (que bueno está "la la love you") encuentra personajes que han leído la primera parte del texto y que lo reconocen, a él, hombre real, como el héroe del libro. El texto de Cervantes se repliega sobre sí mismo, se hunde en su propio espesor y se convierte en objeto de su propio relato para sí mismo (...). Entre la primera y la segunda partes de la novela, en el intersticio de estos dos volúmenes y por su solo poder, Don Quijote ha tomado su realidad. Realidad que sólo debe al lenguaje y que permanece por completo en el interior de las palabras. La verdad de Don Quijote no está en la relación de las palabras con el mundo, sino en esta tenue y constante relación que las marcas verbales tejen entre ellas mismas. La ficción frustrada de las epopeyas se ha convertido en el poder representativo del lenguaje (hace cuarenta minutos que estoy copiando, me voy a tomar unos mates y sigo...). Las palabras se encierran de nuevo en su naturaleza de signos.
Don Quijote es la primera de las obras modernas, ya que se ve en ellas la razón cruel de las identidades y las diferencias juguetear al infinito con los signos y las similitudes; porque en ella el lenguaje rompe su viejo parentesco con las cosas para penetrar en esta soberanía solitaria de la que ya no saldrá, en su ser abrupto, sino convertido en literatura; porque la semejanza entra allí en una época que es para ella la de la sinrazón y de la imaginación (¡sigan!, ¡sigan!, no se cansen, ahora viene lo mejor...). Una vez desatados la similitud y los signos, pueden constituirse dos experiencias y dos personajes pueden aparecer frente a frente (¡miren esto!, ¡se les cae el ojete!). El loco, entendido no como enfermo, sino como desviación constituida y sustentada, como función cultural indispensable, se ha convertido, en la cultura occidental, en el hombre de las semejanzas salvajes. Este personaje, tal como es dibujado en las novelas o en el teatro de la época barroca y tal como se fue institucionalizando poco a poco hasta llegar a la psiquiatría del siglo XX, es el que se ha enajenado dentro de la analogía. Es el jugador sin regla de lo Mismo y de lo Otro. Toma las cosas por lo que no son y unas personas por otras(...). Invierte todos los valores y todas las proporciones porque en cada momento cree descifrar los signos (siempre disentí en esto, los que me conocen sabrán por qué. Estoy transcribiendo un fragmento de "Las palabras y las cosas" de Michel Foucault, y lo cito así porque se me canta, ¿qué, acaso está mal?): para él, los oropeles hacen un rey. Dentro de la percepción cultural que se ha tenido del loco hasta fines del siglo XVIII, sólo es el Diferente en la medida que no conoce la Diferencia; por todas partes ve únicamente semejanzas y signos de la semejanza; para él todos los signos se asemejan y todas las semejanzas valen como signos. En el otro extremo del espacio cultural (atenti, esto es placentero. Me acabo de dar cuenta que mis paréntesis son a un gran texto lo que los comentarios de Niembro a un gran partido de fútbol, así que los suspendo, si es que puedo con mi estado anímico actual. Que bien grita Fank Black, el cantante de The Piexies) , pero muy cercano por su simetría, el poeta es el que, por debajo de las diferencias nombradas y cotidianamente previstas, reencuentra los parentescos huidizos de las cosas, sus similitudes dispersas. Bajo los signos establecidos, y a pesar de ellos, oye otro discurso, más profundo, que recuerda el tiempo en el que las palabras centelleaban en la semejanza universal de las cosas: la Soberanía de lo Mismo, tan difícil de enunciar, borra en su lenguaje la distinción de los signos. (loco, ¿no es genial esto? Está diciendo que gracias a la ruptura entre el lenguaje y la realidad que significa Don Quijote, recién ahí, y a causa de ello, pueden aparecer, es decir, entenderse, dos "experiencias", la del loco y la del poeta. Y ambas dos son como "recuerdos" del pasado).
De allí proviene, sin duda, en la cultura occidental moderna, el enfrentamiento de la poesía y la locura. Pero no se trata ya del viejo tema platónico del delirio inspirado. Es la marca de una nueva experiencia del lenguaje y de las cosas. En los márgenes de un saber que separa los seres, los signos y las similitudes, y como para limitar su poder, el loco asegura la función del homosemantismo: junta todos los signos y los llena de una semejanza que no para de proliferar. El poeta asegura la función inversa; tiene el papel alegórico; bajo el lenguaje de los signos y bajo el juego de sus distinciones bien recortadas, trata de oír el "otro lenguaje", sin palabras ni discursos ,de la semejanza. El poeta hace llegar la similitud hasta los signos que hablan de ella, el loco carga todos los signos con una semejanza que acaba por borrarlos. Así, los dos- uno en el borde exterior de nuestra cultura y el otro a lo más cercano a sus partes esenciales- están en esta "situación límite"- postura marginal y silueta profundamente arcaica- en la que sus palabras encuentran incesantemente su poder de extrañeza y el recurso de su impugnación. Entre ellos se ha abierto el espacio de un saber en el que, por una ruptura esencial en el mundo occidental, no se tratará ya de similitudes, sino de identidades y diferencias".

Fuuuuuu (sería sonido de soplido, a modo de finalización de ardua tarea). Este fragmento viene a colación al leer el discurso de Juan Gelman al recibir el premio Cervantes, puesto que en un párrafo habla de Foucault, y fundamentalmente por lo que dice al comienzo de su discurso, al hablar del premio a la Poesía, que "ahí está, de pié contra la muerte". Este fragmento que transcribí es uno de los más jugosos (para mí, de un libro nockeador, imposible), en el cual se deja claro la grieta que se abre en el mundo del lenguaje y realidad a raíz del libro que todavía no leí, y que intuyo, estoy muy cerca de leerlo. El poeta y el loco estaban ahí, muy emparentados y enfrentados, ahí están Artaud y Lacan. Cosa rara (ahora), que lúcido es Foucault, ¡mamita!

Acá les dejo un link, de la nota que hizo Caparrós (bastante pedorra y snob, pero bueno, es Caparrós) sobre la ceremonia de entrega del premio, un link de interés donde están todos los discursos que dió cada condecorado/a en cada año (el de Borges es genial cortito como patada de chancho, como más allá de todo, lo recibió junto con otro, algo así como compartido, pobre Borges, uno de los más grandes, ¡a cinco años de diferencia con Sábato!) y un link de la wikipedia en donde dice muy poco sobre el origen del premio y quien y de qué nacionalidad era el/la ganado/a de cada año.

miércoles, 23 de abril de 2008

No se olviden del rayón en el blog

Para hacer el fenómeno más real, el siguiente link. Me acabo de dar cuenta que es un post imperialista, cada vez anexará más espacio hasta ocupar más del 99%.

martes, 22 de abril de 2008

Demostración de como se puede mentir con una nimiedad, ¿por qué les creemos?

Este es el titular y la nota del diario Clarín, a un día del partido de la Champions entre el Barcelona y el Manchester. Confieso que me sonó raro el artículo, sospechoso, y por lo tanto, y por no traicionar mi fuerza vital, comencé a buscar esas declaraciones en diarios españoles, diarios comunes y deportivos. No las encontré. Ahora bien, esto puede ser que allá no le den trascendencia a esas frases y que realmente las haya dicho; pero no por esto la mentira se cae, incluso sigue en pie y ahora se transparenta. Si las declaraciones fueron reales y sólo acá se les dio importancia, eso es una fiel demostración del sentido manipulador de los medios de comunicación. Una autodemostración de su voluntad psicológica.
Aquí la nota de Clarín, acá El País (que no dice nada de la conferencia de Eto´o), La Vanguardia (tampoco dice nada), y diarios deportivos españoles que dicen esto: 1) , 2) , 3).

Así que ya saben amigos, no les creamos un carajo de nada, tanto papel y escritura que sale a diario sólo sirve para tapar otros escritos interesantes, otras verdades históricas. Tanto papel sólo para engañar y esconder los verdaderos libros, ¡tanta movida para idiotizar!

lunes, 21 de abril de 2008

Tres máximas operativas a la hora de emprender una lucha derivadas de la particularidad social de extrema democracia

-Si de negociar se trata, nunca dejes se te imponga el compás, sobre todo si tú has luchado por interpretar tu partitura. El director de orquesta externo terminará cambiando de obra, por eso marca los ritmos, ¡marca los ritmos!
-Si de una lucha se trata, nunca dejes de tener en cuenta que estamos en la sociedad más democrática de todas las épocas; entonces aprovecha el momento de apogeo de tus fuerzas, pues más temprano que tarde se acabará discutiendo sobre la integridad moral de los enfrentados, y desaparecerán de la discusión , como por arte de magia, aquellos intereses contrapuestos puestos en escena.
-Se rebelde y anónimo, no portes banderas ni rostro alguno, se multitud enardecida, violenta y no-cata-logable.

La Democracia llegó, ya está aquí, sobrevolando nuestros límites (corporales y mentales) a través del sinoptismo. Y esto me pone de muy mal humor...
Hoy día (y el campo me chupa la poronga, del mismo modo que el gobierno, la prensa y todo aquel que...) se está acusando a no se qué productores de ocasionar los incendios (De Angeli dice que eso es imposible porque nadie quema en esta época, porque sino los animales no tiene qué comer en el invierno. Que la quema de pastizales se hace en otro momento, lo cual me suena convincente. Pido consejo de alguien que sepa realmente sobre esto) y que eso demuestra su desprecio por la vida humana y su gran ambición por el dinero (crítica puramente moral), se acusa a de Angeli de incitar a la violencia y por acopio de armas (crítica moral). Se olvidaron los intereses contrapuestos.
A luis D´elia se lo acusa de violento, ¡si!, es para cortarse las pelotas, ¡de violento! En cada programa de televisiónm que lo muestre, el periodista cree anular sus razones al demostrar cualquier exabrupto. ¡D´elia es violento! dice cualquiera y automáticamente se deja en orsai el debate o confrontación de ideas.
Por eso, porque estoy podrido de los ejemplos morales, porque me tienen los huevos al plato todos los voceros y todo aquel que con moralina ( el improvisado Randazzo, la secretaria de medio ambiente, el nabo de silvestre y el economista sin carisma introductor del riesgo país, el pelotudo de Santo, la hija de su madre y gorda insoportable de Carrió, los ciegos, los que tienen síndrome de Meniere, los vecinos, Mario Mactas, Víctor Hugo, Vilma Ripoll, los Fernández, Miguens, de Angeli, el humo, Petinatto, Baby Etchecopart y su alter ego cool el chavo fucks, waninnraich, schultz, morgado y el señor Ibarra) arguye, pido que se arme el quilombo, un Abril Argentino, ¡la imaginación al poder ya! Y si esto no se diese nunca, que por lo menos explote el planeta, un fenómeno Melmac.

¿Cómo no ponerse de mal humor frente al siguiente catálogo de conceptos democrático-modernosos?
-espontáneo como válido.
-ciudadano o productor.
-violento (como si San Martín hubiese hecho una revolución a los besos. No te gusta el ejemplo de San Martín, nbi de ningún "revolucionario" del liberalismo. Menos te gusta el del che. No te gusta el de Fidel, no te gusta el de Lenin. Pero tampoco te gusta el de Chávez, el de Allende, ¿qué ejemplo te gustaría que dé? Violento es una trampa).
-intencional como insólito. ¡Ahora son todos psicoanalistas che!
-Democracia como abracadabra, la palabra mágica.
-Corrupción.
-Escándalo (esta es la peor de todas, la más deschavadora del carácter moral de la sociedad, un desliz y se habrá acabado todo. ¡No se puede ser tan careta!)
-bah






sábado, 19 de abril de 2008

¡Te amo Diego!

¡Los Beatles y jesucristo un poroto!



















viernes, 18 de abril de 2008

Serafín Zubiri y el fetichismo del capitalismo

¿Por qué un ciego que baila representa La Ceguera, a la comunidad de ciegos? ¿Un empresario exitoso que baila en un programa de televisión representa a la comunidad de empresarios?
¿Por qué si un salame dice cualquier gilada saltan los defesonsores contra la discriminación? ¿Acaso el flaco este no decide por sí mismo, no se autodetermina? ¿Si algún pancho dijese (supongamos) "¿por qué no ponés abogados garcas a bailar, dale, si es lo que querés, que estás esperando?", saldría el INADI a defender a los abogados por discriminación?

Antes de que lean la respuesta a estos interrogantes quiero dejar mi gusto, me gusta la gente que se defiende sola (¡o con sus compadres!), la gente con inteligencia, picardía, huevos, y que no necesita de organismos burócratas que lo defiendan. Para ser un pueblo próspero hay que cultivar la autoestima y el gesto violento.

Ahora si, la respuesta:


El fetichismo de la mercancía, y su secreto

A primera vista, parece como si las mercancías fuesen objetos evidentes y triviales. Pero, analizándolas, vemos, que son objetos muy intrincados, llenos de sutilezas metafísicas y de resabios teoló­gicos. Considerada como valor de uso, la mercancía no encierra nada de misterioso, dando lo mismo que la contemplemos desde el punto de vista de un objeto apto para satisfacer necesidades del hombre o que enfoquemos esta propiedad suya como producto del trabajo humano. Es evidente que la actividad del hombre hace cambiar a las materias naturales de forma, para servirse de ellas. La forma de la madera, por ejemplo, cambia al convertirla en una mesa. No obstante, la mesa sigue siendo madera, sigue siendo un objeto físico vulgar y corriente. Pero en cuanto empieza a compor­tarse como mercancía, la mesa se convierte en un objeto físicamente metafísico. No sólo se incorpora sobre sus patas encima del suelo, sino que se pone de cabeza frente a todas las demás mercancías, y de su cabeza de madera empiezan a salir antojos mucho más peregrinos y extraños que si de pronto la mesa rompiese a bailar por su propio impulso.28

Como vemos, el carácter místico de la mercancía no brota de su valor de uso. Pero tampoco brota del contenido de sus determinaciones de valor. En primer lugar, porque por mucho que di­fieran los trabajos útiles o actividades productivas, es una verdad fisiológica incontrovertible que todas esas actividades son funciones del organismo humano y que cada una de ellas, cualesquiera que sean su contenido y su forma, representa un gasto esencial de cerebro humano, de nervios, músculos, sentidos, etc. En segundo lugar, por lo que se refiere a la magnitud de valor y a lo que sirve para determinarla, o sea, la duración en el tiempo de aquel gasto o la cantidad de trabajo invertido, es evidente que la cantidad se distingue incluso mediante los sentidos de la calidad del trabajo. El tiempo de trabajo necesario para producir sus medios de vida tuvo que interesar por fuerza al hombre en todas las épocas, aunque no le interesase por igual en las diversas fases de su evolución.29 Finalmente, tan pronto como los hombres trabajan los unos para los otros, de cualquier modo que lo hagan, su trabajo cobra una forma social.

¿De dónde procede, entonces, el carácter misterioso que presenta el producto del trabajo, tan pronto como reviste forma de mercancía? Procede, evidentemente, de esta misma forma. En las mercancías, la igualdad de los trabajos humanos asume la forma material de una objetivación igual de valor de los productos del trabajo, el grado en que se gaste la fuerza humana de trabajo, medido por el tiempo de su duración, reviste la forma de magnitud de valor de los productos del trabajo, y, finalmente, las relaciones entre unos y otros productores, relaciones en que se traduce la función social de sus trabajos, cobran la forma de una relación social entre los propios productos de su trabajo.

El carácter misterioso de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente, en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos y como si, por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores. Este quid pro quo es lo que convierte a los productos de trabajo en mercancía, en objetos físicamente metafísicos o en objetos sociales. Es algo así como lo que sucede con la sensación luminosa de un objeto en el nervio visual, que parece como si no fuese una excitación subjetiva del nervio de la vista, sino la forma material de un objeto situado fuera del ojo. Y, sin embargo, en este caso hay realmente un objeto, la cosa exterior, que proyecta luz sobre otro objeto, sobre el ojo. Es una relación física entre objetos físicos. En cambio, la forma mercancía y la relación de valor de los productos del trabajo en que esa forma cobra cuerpo, no tiene absolutamente nada que ver con su carácter físico ni con las relaciones materiales que de este carácter se derivan. Lo que aquí reviste, a los ojos de los hombres, la forma fantasmagórica de una relación entre objetos materiales no es más que una relación social concreta establecida entre los mismos hombres. Por eso, si queremos encontrar una analogía a este fenómeno, tenemos que remontarnos a las regiones nebulosas del mundo de la religión, donde los productos de la mente humana semejan seres dotados de vida propia, de existencia independiente, y relacionados entre sí y con los hombres. Así acontece en el mundo de las mercancías con los productos de la mano del hombre. A esto es a lo que yo llamo el fetichismo bajo el que se presentan los productos del trabajo tan pronto como se crean en forma de mercancías y que es inseparable, por consiguiente, de este modo de producción.

Este carácter fetichista del mundo de las mercancías responde, como lo ha puesto ya de manifiesto el análisis anterior, al carácter social genuino y peculiar del trabajo productor de mercancías.

Si los objetos útiles adoptan la forma de mercancías es, pura y simplemente, porque son productos de trabajos privados indepen­dientes los unos de los otros. El conjunto de estos trabajos privados forma el trabajo colectivo de la sociedad. Como los productores entran en contacto social al cambiar entre sí los productos de su trabajo, es natural que el carácter específicamente social de sus trabajos privados sólo resalte dentro de este intercambio. También podríamos decir que los trabajos privados sólo funcionan como eslabones del trabajo colectivo de la sociedad por medio de las relaciones que el cambio establece entre los productos del trabajo y, a través de ellos, entre los productores. Por eso, ante éstos, las relaciones sociales que se establecen entre sus trabajos privados aparecen como lo que son; es decir, no como relaciones directamente sociales de las personas en sus trabajos, sino como relaciones mate­riales entre personas y relaciones sociales entre cosas.

Es en el acto de cambio donde los productos del trabajo cobran una materialidad de valor socialmente igual e independiente de su múltiple y diversa materialidad física de objetos útiles. Este desdo­blamiento del producto del trabajo en objeto útil y materialización de valor sólo se presenta prácticamente allí donde el cambio adquiere la extensión e importancia suficientes para que se produzcan objetos útiles con vistas al cambio, donde, por tanto, el carácter de valor de los objetos se acusa ya en el momento de ser producidos. A partir de este instante, los trabajos privados de los productores asumen, de hecho, un doble carácter social. De una parte, conside­rados como trabajos útiles concretos, tienen necesariamente que satis­facer una determinada necesidad social y encajar, por tanto, dentro del trabajo colectivo de la sociedad, dentro del sistema elemental de la división social del trabajo. Mas, por otra parte, sólo serán aptos para satisfacer las múltiples necesidades de sus propios pro­ductores en la medida en que cada uno de esos trabajos privados y útiles concretos sea susceptible de ser cambiado por cualquier otro trabajo privado útil, o lo que es lo mismo, en la medida en que represente un equivalente suyo. Para encontrar la igualdad toto coelo(13) de diversos trabajos, hay que hacer forzosamente abstracción de su desigualdad real, reducirlos al carácter común a todos ellos como desgaste de fuerza humana de trabajo, como trabajo humano abstracto. El cerebro de los productores privados se limita a reflejar este doble carácter social de sus trabajos privados en aquellas formas que revela en la práctica el mercado, el cambio de productos: el carácter socialmente útil de sus trabajos privados, bajo la forma de que el producto del trabajo ha de ser útil, y útil para otros; el carácter social de la igualdad de los distintos trabajos, bajo la forma del carácter de valor común a todos esos objetos materialmente diversos que son los productos del trabajo.

Por tanto, los hombres no relacionan entre sí los productos de su trabajo como valores porque estos objetos les parezcan envoltu­ras simplemente materiales de un trabajo humano igual. Es al revés. Al equiparar unos con otros en el cambio, como valores, sus diversos productos, lo que hacen es equiparar entre sí sus diversos trabajos, como modalidades de trabajo humano. No lo saben, pero lo hacen.30 Por tanto, el valor no lleva escrito en la frente lo que es. Lejos de ello, convierte a todos los productos del trabajo en jeroglíficos sociales. Luego, vienen los hombres y se esfuerzan por descifrar el sentido de estos jeroglíficos, por descubrir el secreto de su propio producto social, pues es evidente que el concebir los objetos útiles como valores es obra social suya, ni más ni menos que el lenguaje. El descubrimiento científico tardío de que los productos del trabajo, considerados como valores, no son más que expresiones materiales del trabajo humano invertido en su producción, es un descubri­miento que hace época en la historia del progreso humano, pero que no disipa ni mucho menos la sombra material que acompaña al carácter social del trabajo. Y lo que sólo tiene razón de ser en esta forma concreta de producción, en la producción de mercancías, a saber: que el carácter específicamente social de los trabajos privados independientes los unos de los otros reside en lo que tienen de igual como modalidades que son de trabajo humano, revistiendo la forma del carácter de valor de los productos del trabajo, sigue siendo para los espíritus cautivos en las redes de la producción de mercancías, aun después de hecho aquel descubrimiento, algo tan perenne y definitivo como la tesis de que la descomposición cien­tífica del aire en sus elementos deja intangible la forma del aire como forma física material.

Lo que ante todo interesa prácticamente a los que cambian unos productos por otros, es saber cuántos productos ajenos obtendrán por el suyo propio, es decir, en qué proporciones se cambiarán unos productos por otros. Tan pronto como estas proporciones cobran, por la fuerza de la costumbre, cierta fijeza, parece como si brotasen de la propia naturaleza inherente a los productos del trabajo; como si, por ejemplo, 1 tonelada de hierro encerrase el mismo valor que 2 onzas de oro, del mismo modo que 1 libra de oro y 1 libra de hierro encierran un peso igual, no obstante sus distintas propiedades físicas y químicas. En realidad, el carácter de valor de los productos del trabajo sólo se consolida al funcionar como magnitudes de valor. Estas cambian constantemente, sin que en ello intervengan la vo­luntad, el conocimiento previo ni los actos de las personas entre quienes se realiza el cambio. Su propio movimiento social cobra a sus ojos la forma de un movimiento de cosas bajo cuyo control están, en vez de ser ellos quienes las controlen. Y hace falta que la producción de mercancías se desarrolle en toda su integridad, para que de la propia experiencia nazca la conciencia científica de que los trabajos privados que se realizan independientemente los unos de los otros, aunque guarden entre sí y en todos sus aspectos una relación de mutua interdependencia, como eslabones elementales que son de la división social del trabajo, pueden reducirse constante­mente a su grado de proporción social, porque en las proporciones fortuitas y sin cesar oscilantes de cambio de sus productos se impone siempre como ley natural reguladora el tiempo de trabajo social­mente necesario para su producción, al modo como se impone la ley de la gravedad cuando se le cae a uno la casa encima.31 La deter­minación de la magnitud de valor por el tiempo de trabajo es, por tanto, el secreto que se esconde detrás de las oscilaciones aparentes de los valores relativos de las mercancías. El descubrimiento de este secreto destruye la apariencia de la determinación puramente casual de las magnitudes de valor de los productos del trabajo, pero no destruye, ni mucho menos, su forma material.

La reflexión acerca de las formas de la vida humana, incluyendo por tanto el análisis científico de ésta, sigue en general un camino opuesto al curso real de las cosas. Comienza post festum y arranca, por tanto, de los resultados preestablecidos del proceso histórico. Las formas que convierten a los productos del trabajo en mercancías y que, como es natural, presuponen la circulación de éstas, poseen ya la firmeza de formas naturales de la vida social antes de que los hombres se esfuercen por explicarse, no el carácter histórico de estas formas, que consideran ya algo inmutable, sino su contenido. Así se comprende que fuese simplemente el análisis de los precios de las mercancías lo que llevó a los hombres a investigar la determinación de la magnitud del valor, y la expresión colectiva en dinero de las mercancías lo que les movió a fijar su carácter valorativo. Pero esta forma acabada del mundo de las mercancías –la forma dinero –, lejos de revelar el carácter social de los trabajos privados y, por tanto, las relaciones sociales entre los productores privados, lo que hace es encubrirlas. Si digo que la levita, las botas, etc., se refieren al lienzo como a la materialización general de trabajo humano abstracto, enseguida salta a la vista lo absurdo de este modo de expresarse. Y sin embargo, cuando los productores de levitas, botas, etc., refieren estas mercancías al lienzo –o al oro y la plata, que para el caso es lo mismo – como equivalente general, refieren sus trabajos privados al trabajo social colectivo bajo la misma forma absurda y disparatada.

Estas formas son precisamente las que constituyen las categorías de la economía burguesa. Son formas mentales aceptadas por la sociedad, y por tanto objetivas, en que se expresan las condiciones de producción de este régimen social de producción históricamente dado que es la producción de mercancías. Por eso, todo el misticismo del mundo de las mercancías, todo el encanto y el misterio que nimban los productos del trabajo basados en la producción de mer­cancías se esfuman tan pronto como los desplazamos a otras formas de producción.

Y ya que la economía política gusta tanto de las robinsonadas,32 observemos ante todo a Robinson en su isla. Pese a su innata so­briedad, Robinson tiene forzosamente que satisfacer toda una serie de necesidades que se le presentan, y esto le obliga a ejecutar diversos trabajos útiles: fabrica herramientas, construye muebles, domestica llamas, pesca, caza etc. Y no hablamos del rezar y de otras cosas por el estilo, pues nuestro Robinson se divierte con ello y considera esas tareas como un goce. A pesar de toda la diversidad de sus fun­ciones productivas, él sabe que no son más que diversas formas o modalidades del mismo Robinson, es decir, diversas manifestaciones de trabajo humano. El mismo agobio en que vive le obliga a dis­tribuir minuciosamente el tiempo entre sus diversas funciones. El que unas ocupan más sitio y otras menos, dentro de su actividad total, depende de las dificultades mayores o menores que tiene que vencer para alcanzar el resultado útil apetecido. La experiencia se lo enseña así, y nuestro Robinson que ha logrado salvar del naufragio reloj, libro de cuentas, tinta y pluma, se apresura, como buen inglés, a contabilizar su vida. En su inventario figura una relación de los objetos útiles que posee, de las diversas operaciones que reclama su producción y finalmente del tiempo de trabajo que exige, por tér­mino medio, la elaboración de determinadas cantidades de estos diversos productos. Tan claras y tan sencillas son las relaciones que median entre Robinson y los objetos que forman su riqueza, riqueza salida de sus propias manos, que hasta un señor M. Wirth podría comprenderlas sin estrujar mucho el caletre. Y, sin embargo, en esas relaciones se contienen ya todos los factores sustanciales del valor.

Trasladémonos ahora de la luminosa isla de Robinson a la tenebrosa Edad Media europea. Aquí, el hombre independiente ha desaparecido; todo el mundo vive sojuzgado: siervos y señores de la gleba, vasallos y señores feudales, seglares y eclesiásticos. La sujeción personal caracteriza, en esta época, así las condiciones so­ciales de la producción material como las relaciones de vida cimen­tadas sobre ella. Pero, precisamente por tratarse de una sociedad basada en los vínculos personales de sujeción, no es necesario que los trabajos y los productos revistan en ella una forma fantástica distinta de su realidad. Aquí, los trabajos y los productos se incor­poran al engranaje social como servicios y prestaciones. Lo que constituye la forma directamente social del trabajo es la forma natural de éste, su carácter concreto, y no su carácter general, como en el régimen de producción de mercancías. El trabajo del vasallo se mide por el tiempo, ni más ni menos que el trabajo productivo de mercancías, pero el siervo sabe perfectamente que es una determinada cantidad de su fuerza personal de trabajo la que invierte al servicio de su señor. El diezmo abonado al clérigo es harto más claro que las bendiciones de éste. Por tanto, cualquiera que sea el juicio que nos merezcan los papeles que aquí representan unos hombres frente a otros, el hecho es que las relaciones sociales de las personas en sus trabajos se revelan como relaciones personales suyas, sin disfra­zarse de relaciones sociales entre las cosas, entre los productos de su trabajo.

Para estudiar el trabajo común, es decir, directamente socializado, no necesitamos remontarnos a la forma primitiva del trabajo colectivo que se alza en los umbrales históricos de todos los pueblos civilizados.33 La industria rural y patriarcal de una familia cam­pesina, de esas que producen trigo, ganado, hilados, lienzo, prendas de vestir, etc., para sus propias necesidades, nos brinda un ejemplo mucho más al alcance de la mano. Todos esos artículos producidos por ella representan para la familia otros tantos productos de su trabajo familiar, pero no guardan entre sí relación de mercancías. Los diversos trabajos que engendran estos productos, la agricultura y la ganadería, el hilar, el tejer y el cortar, etc., son, por su forma natural, funciones sociales, puesto que son funciones de una familia en cuyo seno reina una división propia y elemental del trabajo, ni mas ni menos que en la producción de mercancías. Las diferencias de sexo y edad y las condiciones naturales del trabajo, que cambian al cambiar las estaciones del año, regulan la distribución de esas funciones dentro de la familia y el tiempo que los individuos que la componen han de trabajar. Pero aquí, el gasto de las fuerzas individuales de trabajo, graduado por su duración en el tiempo, reviste la forma lógica y natural de un trabajo determinado social­mente, ya que en este régimen las fuerzas individuales de trabajo sólo actúan de por sí corno órganos de la fuerza colectiva de trabajo de la familia.

Finalmente, imaginémonos, para variar, una asociación de hombres libres que trabajen con medios colectivos de producción y que desplieguen sus numerosas fuerzas individuales de trabajo, con plena conciencia de lo que hacen, como una gran fuerza de trabajo social. En esta sociedad se repetirán todas las normas que presiden el trabajo de un Robinson, pero con carácter social y no individual. Los productos de Robinson eran todos producto personal y exclusivo suyo, y por tanto objetos directamente destinados a su uso. El pro­ducto colectivo de la asociación a que nos referimos es un producto social. Una parte de este producto vuelve a prestar servicio bajo la forma de medios de producción. Sigue siendo social. Otra parte es consumida por los individuos asociados, bajo forma de medios de vida. Debe, por tanto, ser distribuida. El carácter de esta distribución variará según el carácter especial del propio organismo social de producción y con arreglo al nivel histórico de los productores. Partiremos, sin embargo, aunque sólo sea a título de paralelo con el régimen de producción de mercancías, del supuesto de que la participación asignada a cada productor en los medios de vida depende de su tiempo de trabajo. En estas condiciones, el tiempo de trabajo representaría, como se ve, una doble función. Su distri­bución con arreglo a un plan social servirá para regular la propor­ción adecuada entre las diversas funciones del trabajo y las distintas necesidades. De otra parte y simultáneamente, el tiempo de trabajo serviría para graduar la parte individual del productor en el trabajo colectivo y, por tanto, en la parte del producto también colectivo destinada al consumo. Como se ve, aquí las relaciones sociales de los hombres con su trabajo y los productos de su trabajo son per­fectamente claras y sencillas, tanto en lo tocante a la producción como en lo que se refiere a la distribución.

Para una sociedad de productores de mercancías, cuyo régimen social de producción consiste en comportarse respecto a sus productos como mercancías, es decir como valores, y en relacionar sus trabajos privados, revestidos de esta forma material, como modalidades del mismo trabajo humano, la forma de religión más adecuada es, in­dudablemente, el cristianismo, con su culto del hombre abstracto, sobre todo en su modalidad burguesa, bajo la forma de protestan­tismo, deísmo, etc. En los sistemas de producción de la antigua Asia y de otros países de la Antigüedad, la transformación del producto en mercancía, y por tanto la existencia del hombre como productor de mercancías, desempeña un papel secundario, aunque va cobrando un relieve cada vez más acusado a medida que aquellas comunidades se acercan a su fase de muerte. Sólo enquistados en los intersticios del mundo antiguo, como los dioses de Epicuro o los judíos en los poros de la sociedad polaca, nos encontramos con verdaderos pueblos comerciales. Aquellos antiguos organismos sociales de pro­ducción son extraordinariamente más sencillos y más claros que el mundo burgués, pero se basan, bien en el carácter rudimentario del hombre ideal, que aún no se ha desprendido del cordón umbilical de su enlace natural con otros seres de la misma especie, bien en un régimen directo de señorío y esclavitud. Están condicionados por un bajo nivel de progreso de las fuerzas productivas del trabajo y por la natural falta de desarrollo del hombre dentro de su proceso material de producción de vida, y, por tanto, de unos hombres con otros y frente a la naturaleza. Esta timidez real se refleja de un modo ideal en las religiones naturales y populares de los antiguos. El reflejo religioso del mundo real sólo podrá desaparecer para siempre cuando las condiciones de la vida diaria, laboriosa y activa, representen para los hombres relaciones claras y racionales entre si y respecto a la naturaleza. La forma del proceso social de vida, o lo que es lo mismo, del proceso material de producción, sólo se des­pojará de su halo místico cuando ese proceso sea obra de hombres libremente socializados y puesta bajo su mando consciente y racional. Mas, para ello, la sociedad necesitará contar con una base material o con una serie de condiciones materiales de existencia, que son, a su vez, fruto natural de una larga y penosa evolución.

La economía política ha analizado, indudablemente, aunque de un modo imperfecto,34 el concepto del valor y su magnitud, descubriendo el contenido que se escondía bajo estas formas. Pero no se le ha ocurrido preguntarse siquiera por qué este contenido reviste aquella forma, es decir, por qué el trabajo toma cuerpo en el valor y por qué la medida del trabajo según el tiempo de su duración se traduce en la magnitud de valor del producto del trabajo.35 Trátase de fórmulas que llevan estampado en la frente su estigma de fórmu­las propias de un régimen de sociedad en que es el proceso de pro­ducción el que manda sobre el hombre, y no éste sobre el proceso de producción; pero la conciencia burguesa de esa sociedad las con­sidera como algo necesario por naturaleza, lógico y evidente como el propio trabajo productivo. Por eso, para ella, las formas pre­burguesas del organismo social de producción son algo así como lo que para los padres de la Iglesia, v. gr., las religiones anteriores a Cristo.36

Hasta qué punto el fetichismo adherido al mundo de las mercancías, o sea la apariencia material de las condiciones sociales del trabajo, empaña la mirada de no pocos economistas, lo prueba entre otras cosas esa aburrida y necia discusión acerca del papel de la naturaleza en la formación del valor de cambio. El valor de cambio no es más que una determinada manera social de expresar el tra­bajo invertido en un objeto y no puede, por tanto, contener materia alguna natural, como no puede contenerla, v. gr., la cotización cambiaria.

La forma mercancía es la forma más general y rudimentaria de la producción burguesa, razón por la cual aparece en la escena histórica muy pronto, aunque no con el carácter predominante y peculiar que hoy día tiene; por eso su fetichismo parece relativa­mente fácil de analizar. Pero al asumir formas mas concretas, se borra hasta esta apariencia de sencillez. ¿De dónde provienen las ilusiones del sistema monetario? El sistema monetario no veía en el oro y la plata, considerados como dinero, manifestaciones de un régimen social de producción, sino objetos naturales dotados de virtudes sociales maravillosas. Y los economistas modernos, que miran tan por encima del hombro al sistema monetario ¿no caen también, ostensiblemente, en el vicio del fetichismo, tan pronto corno tratan del capital? ¿Acaso hace tanto tiempo que se ha des­vanecido la ilusión fisiocrática de que la renta del suelo brotaba de la tierra, y no de la sociedad?

Pero no nos adelantemos y limitémonos a poner aquí un ejemplo referente a la propia forma de las mercancías. Si éstas pudiesen hablar, dirían: es posible que nuestro valor de uso interese al hombre, pero el valor de uso no es atributo material nuestro. Lo inherente a nosotras, como tales cosas, es nuestro valor. Nuestras propias relaciones de mercancías lo demuestran. Nosotras sólo nos relacionamos las unas con las otras como valores de cambio. Oiga­mos ahora cómo habla el economista, leyendo en el alma de la mercancía: el valor (valor de cambio) es un atributo de las cosas, la riqueza (valor de uso) un atributo del hombre. El valor, con­siderado en este sentido, implica necesariamente el cambio; la riqueza, no.37 “La riqueza (valor de uso) es atributo del hombre; el valor, atributo de las mercancías. Un hombre o una sociedad son ricos; una perla o un diamante son valiosos... Una perla o un diamante encierran valor como tal perla o diamante.38 Hasta hoy, ningún químico ha logrado descubrir valor de cambio en el dia­mante o en la perla. Sin embargo, los descubridores económicos de esta sustancia química, jactándose de su gran sagacidad crítica, en­tienden que el valor de uso de las cosas es independiente de sus cualidades materiales y, en cambio, su valor inherente a ellas. Y en esta opinión los confirma la peregrina circunstancia de que el hombre realiza el valor de uso de las cosas sin cambio, en un plano de rela­ciones directas con ellas, mientras que el valor sólo se realiza me­diante el cambio, es decir, en un proceso social. Oyendo esto, se acuerda uno de aquel buen Dogberry, cuando le decía a Seacoal, el sereno: “La traza y la figura las dan las circunstancias, pero el saber leer y escribir es un don de la naturaleza.”39


jueves, 17 de abril de 2008

Si la historia la escriben los que ganan...

eso quiere decir que hay otra historia.

Es un documental: "La guerra sobre la Democracia", de John Pilger. Esto es lo poco que dice la wikipedia del director. Pero no se detengan en esto antes de ver la película, así que vayan a prepararse unos mates o lo que les guste tomar y mirenla.
El director es medio nabo, pero bueno, es del palo digamos. Lo interesante es el debate que de alguna manera intenta abrir en algún que otro pasaje del film (obviamente también la difusión y extensión del conocimiento de las atrocidades que hicieron los milicos, y qué clase de estrategias usa Estados Unidos de Angloamérica para reproducirse como imperio).
Democracia parecería ser el término clave. Les propongo que hablemos sobre qué es la Democracia, qué es, qué debería ser, qué no debería ser, sirve o no sirve, todo lo que se les ocurra.

¡Un abrazo Americanista y antiyanki!
¡América somos nosotros, angloamérica ustedes!


Son diez partes de diez minutos (aproximadamente) cada una, esta es la primera y sigue en orden sucesivo descendiendo por la página, es decir, la que sigue a esta es la parte dos, luego la tres, después la cuatro, posteriormente la cinco, más tarde la seis, continua la siete, bajando aparecerá la ocho, descendiendo la nueve, y así sucesivamente en ese orden, hasta terminar en la diez. (ustedes dirán "¿para qué aclara esto?", bueno, no lo se)




Para completar la visión sobre la farsa del puente LLaguno, vean el documental, que lo pueden encontrar en el blog de pupila haciendo click en el título del post (o acá).














miércoles, 16 de abril de 2008

Una mujer despechada y un pueblo iracundo...

Hoy si, hoy he decidido ser un vecino porteño. No vivo en Buenos Aires, pero voy a considerarme un tipo PRO y bien porteño, un vecino por voluntad. Estoy indignado. Con el franchute cara de muppet era demasiado, pero todo bien, en algún punto es lícito, la italiana, como buen tano (sabida es la dificultad del tano para aprender otra lengua que no sea la suya), no cazaría un pomo de lo que hablaban y además son parejos en edad. Pero que este cabeza de termo se morfe a esta pebeta; ¡ruso amargo!, con semejante nami de 24 años, ¡Y GIMNASTA!, ¡NO! Se están yendo a la mierda los políticos (griterío por favor, arenga y griterío!), si siguen en este camino el pueblo va a salir a las calles (griterío), ¡A LAS BARRICADAS CARAJO! ¡OOOOOOHHHH!, ¡QUE SE VAYAN TODOS.... QUE NO QUEDE.... NI UNO SOLO!

¿Resurge el comunismo soviético?


Los iracundos


TE VAMO A MATAR PUTIN



¡Para el pueblo lo que es del pueblo!

lunes, 14 de abril de 2008

El magnetismo conceptual o VADEMECUM-VADETECUM

Otra de las funciones democráticas actuales del lenguaje es la que menciona el título del post, el magnetismo conceptual. Pero antes unas citas con licencia literaria.

Imitadores. A.:-¿Cómo? ¿No quieres imitadores?-. B.:-No quiero que nadie me imite, quiero que todos, imitándose a sí mismos, hagan lo que yo hago-. A.:-¿Así que...?-.

¡Para echarse a reír!. ¡Miren!, ¡miren! Se aleja de los hombres corriendo, pero estos lo siguen, porque corre delante de ellos: ¡a tal punto son rebaño!

Administración de justicia. Mejor dejarse robar que estar rodeado de espantapájaros: este es mi gusto. Y es, en cualquier caso, cuestión de gusto, ¡y nada más!

Antes de explicitar esta función con el suceso actual que me la develó, voy a decir que a mayor control social, mayor magnetismo conceptual, o de manera mas específica y verdadera, a mayor magnetismo conceptual, mayor sujeción individual (sujeto sujetado). Por lo tanto, sigue en pié mi tesis 11, hay que destruir los mecanismos discursivos democráticos (develar).
Experimento: Escribir en un buscador la siguiente díada "Simpsons Pepe". Leer uno solo (para no aburrirse).
Dejando de lado explicaciones psicologistas o de carácter motivacionales en cuanto a qué motivó a Lorenzo Pepe a hacer tal pedido (fama, idiotez, delirio de grandeza argentina, etc.), o qué intención (la de demostrar la ignorancia de la media yanki, si es que estos dibujos son geniales como dicen muchos, la mayoría. Mmmmmm...) o ignorancia de los "creadores" (el nuevo rótulo de los que hacen tiras o animación,¿ lo notaron?. Muy gracioso) se manifiesta, quiero resaltar "algo" de la cantidad de corderos periodísticos que han escrito y hablado (en radio, me tienen los huevos al plato) del temita. Algo: Medios, tira animada snob prestigiosa, EEUU, Venezuela-censura-Argentina-observatorio de medios, bla bla bla. ¿Observan el magnetismo conceptual? ¡Los corderos corren hacia el imán periodístico!
Atentos amigos, hagamos silencio. ¡A la cuenta de tres cada uno correrá muy rápido (inteligente) en dirección a su antojo!, ¡justo en las puertas del paraíso!


Abismo suplementario de doña Rosa

viernes, 11 de abril de 2008

Guillermo "habacuc" Vargas, ¡No voy a firmar en tu contra!


Guillermo "habacuc" Vargas, artista nacido en San José de Costa Rica en 1975

Quiero que lean el post de Pupila, sobre esta "polémica". Ella da en la tecla con su interpretación, habacuc le hizo mostrar la hilacha al vestido de los ciudadanos.

jueves, 10 de abril de 2008

Ultimo disco de Charles Manson para descargar

Este es el link para descargarte el disco, se llama "One Mind".

Semiología Social, la UBA

No pocas veces me asombro de la potencia intuitiva del símbolo, una visualización veloz, alegre y sencilla explica mucho, agrega mucho. En vísperas de un conflicto entre el "interior" y Buenos Aires un gesto habla más que mil palabras.
¿Por qué la Universidad de Buenos Aires? La U.B.A. ¿No es acaso una Universidad Nacional, como la Universidad Nacional de La Plata, la de Córdoba, la del Sur, o como cualquier otra universidad nacional? ¿Buenos Aires no es Nacional?
Hay que cortarle los víveres a la capital visible, epidérmica que se refiere al país como lo hipodérmico, profundo e interior. De cuajo.

miércoles, 9 de abril de 2008

0,2305192803161305142101190916

El otro día estaba mirando un programa en la tele y dijeron algo sorprendente, por lo menos para mí. "Todos los libros del mundo, los que se escribieron y los que se van a escribir, caben en un metro". Veamos.
Estaban hablando de números reales, de una secuencia infinita y continua de estos símbolos. La cuestión es así:
Si tomamos las letras del abecedario y a cada una le hacemos corresponder un número (formado por dos), y hacemos lo mismo con los símbolos de puntuación y el espacio, todo lo que se escribió hasta hoy y lo que se escribirá tiene un punto preciso en una secuencia de un metro.
Ejemplifiquemos:

A=01 O=16
B=02 P=17
C=03 Q=18
D=04 R=19
E=05 S=20
F=06 T=21
G=07 U=22
H=08 V=23
I=09 W=24
J=10 X=25
K=11 Y =26
L=12 Z=27
M=13 Espacio=28
N=14 Coma=29
Ñ=15 Punto=30
etc

En "un metro" vamos de cero metro a uno.
Entonces, si yo quiero decir, por ejemplo, "chupámela", a esta palabra le correspondería un único punto que sería: 0,030822170113051201. Así con todo. Por ejemplo, toda la "Metafísica" de Aristóteles estaría ubicada en un punto concreto... "Todos los hombres por naturaleza desean saber. Señal de ello es el amor a las sensaciones. Estas, en efecto, son amadas por si mismas, incluso al margen de su utilidad y más que todas las demás, las sensaciones visuales..."
0,211604212028121620280816130219052028171619...

Fantástico, ¿no?. Ahora, hay un punto que dice una verdad, y es el que está en el título.

(Miren lo que acabo de entrever. Desde que terminé la oración anterior y quise escribir en números "el que transcribe a palabras este número cree y está convencido de que eltanque es un ídolo", me di cuenta que hay puntos (eso no lo dijeron en el programa) de alguna manera repetitivos y apiñados, que funcionan como especie de "agujero negro". Piensen qué representan los puntos 0,28 ; 0,2828282828 ; 0,28282828282828282828282828282828282828282828).

Ahora si, el punto del título, que ya no es más el que iba a ser, ahora es sencillamente espectacular.

viernes, 4 de abril de 2008

Arte y moralidad, Guillermo "Habacuc" Vargas

Hace un tiempo leí en un blog un post sobre un artista costarricense y la polémica que despertó su "performance". Esta consistía en atar un perro hambriento y debilitado a una soga a la pared y dejarlo que se muera de hambre, con un cartel enfrente que decía "eres lo que lees", este texto estaba hecho con comida de perro. La idea del artista era dejar que se muera de inanición frente a la pasividad de los espectadores.
Acá el video




Espectacular, ¿no?
Veamos nuestra sociedad.
Les comento que intenté encontrar el comunicado oficial de la directora de la galería donde se hizo esta bienal, la galería Codice, y no lo encontré. El nombre de la directora es "Juanita Bermúdez" (en teoría), y es muy conocida en la web por sus declaraciones, en realidad, por los que se oponen. Esto es lo que encontré que ella dijo (supuestamente). Después, sin querer, encontré esto (supongo que es joda).

Suponiendo que todo este delirio es verdad, doy mi opinión.
Opinión mía: me parece una genialidad de Habacuc y una patología mental la sociedad.

Les dejo unos interrogantes:
1) ¿Qué es el arte? ¿Debe ser moralmente aceptable?
2) ¿Qué significa el boicot, síntoma de qué es?

jueves, 3 de abril de 2008

El jugador que ni siquiera actuaba de sincero

El fútbol de hoy es muy careta, pensó Juan Pablo Padovanoli mientras miraba un partido de tenis del gato Gaudio frente Youzhny. Estaba triste, su novia le acababa de confesar que lo había engañado con un actor de teatro y que ya no sentía nada más por él, se iba a vivir con el artista.
Jotapé, así le dicen, es uno de esos jugadores que pintan para crack, para sucesor de Maradona, y no es joda. Buena estatura, corpulento y ágil, veloz, excelente pegada y una gambeta impredecible, un 10 de la re concha de su madre. Debutó en primera a los 17 años en Vélez Sársfield, el club de su infancia en el barrio de su niñez. Tras romperla el año pasado fue recientemente comprado por River Plate, donde jugará esta temporada y promete ser la estrella del club y del fútbol argentino con tan solo 19 años.
River está en decadencia, hace 19 años que no gana un título y para colmo Boca lo tiene de hijo más que nunca. El equipo es una murga y este campeonato con la "nueva promesa" se juegan la vida la dirigencia y el cuerpo técnico comandado por el uruguayo Aguinaldo Franklin Paz, ídolo histórico de la institución.
El problema es que Padovanoli no sólo es un crack, es además un pibe que lo acaba de dejar la novia que más quiso, y nadie sabe que solamente juega al fútbol para "salvar" de la miseria a su madre y sus 11 hermanos...

Una ensalada de reflexiones sobre ¿la luz y la oscuridad?

Estando en Madrid, en el departamento de un amigo y charlando con su novia de no me acuerdo qué cosa, me vino a la mente una imagen y una posible relación. No se por qué el tema de conversación derivo en qué prefería cada uno, si el amanecer o el atardecer. La relación que me vino era la del cine.
Lo digo ya, me gusta el atardecer. El amanecer no tanto.
Y en esto no hay cuestiones de cansancio o alcoholemia. Lo he comprobado y vivido en estados totalmente sanos y "atóxicos". Esto lo digo porque cuando fascinado por mi visión planteo el tema, siempre alguien arguye que generalmente el amanecer se ve porque venís despierto y en pedo, y por eso no lo disfrutás. De todos modos, no me convence esa percepción, no la siento, creo que lo que hace que me guste más el atardecer viene por otro camino.
Luz/oscuridad, esta es la cuestión. De dónde a dónde se va. El sentimiento que tengo (y el particular que tenga cada uno) creo que está enraizado en la impresión que deja uno u otro pasaje. Muchos me han dicho, y yo alguna vez lo pensé también, que el amanecer y el atardecer son lo mismo pero al revés. Yo agregaría a esta idea algo más sutil. Hay un punto, un instante exacto, un momento de ambigüedad lumínica y de posición solar en el horizonte idéntica en ambos procesos , que los hace iguales en esa foto (salvo por la posición del sol con la Tierra). Es verdad, pero la belleza está en el pasaje y no en el dibujo, en el cierre de una historia y el paso a otra.
Hay espíritus más aventureros e insatisfechos y hay espíritus más cansinos y aburguesados. Los hay aniñados o juveniles y los hay adultos, o hasta ancianos.
Yo prefiero el atardecer porque me gusta la incertidumbre; el pasaje de la claridad a la oscuridad, en mi espíritu (y en todos aquellos a quienes les guste jugar) abre las puertas a un nuevo momento, una nueva etapa, y estampa su sello de euforia en mi psiquis.
A los viejos les gusta el amanecer.
A mi me agrada la "caprichosidad" del haz de luz, siempre dispuesto al error y la fantasía.

(Cuando tenga más ingredientes preparo bien la comida, por ahora sólo hay ensalada)